domingo, 23 de noviembre de 2008

La construcción de una catedral ha generado subsidios al culto favorecidos por Fidel Castro y por Raúl,

AHORA NOS GUSTA LA PACHANGA RELIGIOSA Cuba, otra vez cerca de los rusos (ortodoxos) La construcción de una catedral ha generado subsidios al culto favorecidos por Fidel Castro y por Raúl, su sucesor।
En enero de 2009, para ser más precisos, en Año Nuevo, se habrá cumplido medio siglo de que los valerosos y barbudos ingresaron a La Habana y desalojaron del poder a Fulgencio Batista y a sus compinches (que se llevaron buena parte del tesoro de Cuba con ellos). Ahora, el jefe de los barbudos es una figura temblorosa, senil, y uno presume que sigue viviendo para estar presente en el 50 aniversario de la Revolución. Es bueno señalar que una de las formas en que Fidel pasa el tiempo es en la autoindulgencia religiosa, y especialmente, en la improbable religión de la ortodoxia rusa.Desde que sus propios intestinos fueron sometidos a un gran trastorno que lo obligó eventualmente a ceder el poder en manos de su no tan joven hermano Raúl, Fidel Castro ha estado buscando (y ha encontrado con bastante facilidad) una audiencia para sus puntos de vista en la prensa cubana. Esos artículos consisten, normalmente, en una serie de diatribas estándares acerca de esto y de aquello, pero en ocasiones, algo de lo que dice despierta el interés entre sus resignados lectores. Una de esas instancias ocurrió durante mi visita a la isla el mes pasado. Castro decidió publicar un panegírico a la ortodoxia rusa, dedicar un subsidio estatal a esa religión, y recibir a uno de sus representantes. El 21 de octubre, en la columna “Reflexiones de Fidel”, y titulada “La Iglesia Ortodoxa rusa”, Castro escribió que se trata de “una fuerza espiritual. En momentos críticos de la historia rusa, desempeñó un papel importante. Cuando la Gran Guerra de Rusia comenzó luego del traicionero ataque nazi, Stalin apeló a ella para lograr el apoyo de los obreros y campesinos que la Revolución de Octubre convirtió en propietarios de las fábricas y de la tierra”.

“Una bandera, una insignia, un distintivo, una ropa especial, vuelve al ser irracional” (Abel Desestress)

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